vengo de desertar cada mañana de un cuarto distinto, de navegar la profunda noche en la vastedad del silencio y solo, de cambiar de casas a menudo, de ejercer amores de marinero, de cantar canciones en los puertos y de comer en las fondas, de escribir poemas en las paredes, de hablar en idiomas distintos, de reir, y llorar por una muchacha, de gritar en las manifestaciones, de beber con mis compañeros en el rito mágico del vino de la bahía, de conocer la alegría y el fracaso, y ahora, que me detuve a enfriar el silencio en la nieve, a mirar el sí y el no del tiempo pendular que nunca deja de moverse, a contar las estaciones, y a creer que todo va pasando, aparecés vos con tus veinte años repletos de algarabías.